Gentrificación, turistificación y overtourism. ¿De qué estamos hablando?

Si os dedicáis al mundo de la planificación turística seguramente en los últimos años habréis oído y leído en diversos periódicos noticias relacionadas con estos términos. En este post intentaremos descifrarlos y ver que implicaciones reales tienen en los destinos.

En los últimos años los términos gentrificación y turistificación han protagonizado candentes debates entre vecinos, industria turística y Ayuntamientos, ya que estos dos fenómenos están detrás de profundas transformaciones urbanas en las que, por otra parte, están implicados una gran cantidad de agentes con intereses muy diversos.

A esta situación se debe sumar el gran crecimiento de la actividad turística sufrida especialmente destinos urbanos como Madrid, Barcelona, Sevilla, València o Málaga. Además, la llegada de las plataformas de alquiler de VUT (viviendas de uso turístico) han supuesto una rápida diseminación de los flujos turísticos en los diferentes espacios urbanos que ahora son compartidos por turistas y residentes. Ante este escenario, el turismo se puede considerar como un vector más de la transformación de las ciudades a tener muy en cuenta.

El papel central que ha tomado el turismo en las economías urbanas lo han situado junto a otros procesos paralelos, como pueda ser la propia gentrificación. Nos encontramos ante un nuevo turista que desea vivir experiencias más auténticas en las ciudades que visita, siendo testigo de las diferentes formas de vidas urbanas, hecho que está sin duda entre los factores de éxito de las VUT.

Así, turismo y gentrificación se encuentran íntimamente ligados, existiendo una nueva demanda e industria que deben tenerse en cuenta a la hora de abordar las formas de planificación turística y urbana de la ciudad. A pesar de que hay autores que hablan de “gentrificación turística”, podemos considerar que, si bien son fenómenos con orígenes similares, tienen consecuencias muy diferentes.

¿Qué es la gentrificación?

Aunque os pueda parecer un término reciente, la Gentrificación es un concepto que cuenta con más de cinco décadas de existencia. Este fue acuñado por la socióloga Ruth Glass en los años 60 para estudiar los procesos de transformación social mediante los cuales sectores de la clase media comenzaron a interesarse, adquirir viviendas y mudarse a barrios obreros de determinadas ciudades, como fue el caso de Londres.

Por lo tanto, la gentrificación es un proceso que se da en un espacio urbano e implica la sustitución de una población de menores ingresos por clases de ingresos más elevados. A pesar de que el concepto pueda parecer simple, la caracterización del fenómeno se complica dada la gran variedad aspectos que se dan cita para que se produzca, como la aparición de clases sociales que desean vivir en una nueva zona, los posibles inversionistas interesados en una zona concreta o las políticas públicas encaminadas a la recuperación de espacios.

Además de ello, las transformaciones de las pautas de consumo derivadas de la globalización ponen a muchos de estos espacios urbanos en el punto de mira de demandas de ocio, cultura o turismo. Tal y como cita Van Weesep (1994), “la gentrificación no sólo tiene en cuenta el factor económico y la revalorización del suelo urbano, sino que hace también referencia a otros aspectos como el factor social, el cultural, la reconfiguración de las ciudades y el paisaje urbano”.

La sociedad urbana y los procesos que esta protagoniza se han vuelto más complejas durante las últimas décadas, por lo que estamos ante un fenómeno habitual en las ciudades y que está ligado a los diferentes movimientos poblacionales que se dan normalmente en las urbes por causas muy diversas. Por tanto, la gentrificación ha pasado a ser un elemento fundamental en la configuración del paisaje urbano contemporáneo.

Un caso paradigmático de gentrificación lo tenemos en la ciudad de Valencia en el barrio de Ruzafa, en donde a lo largo de las últimas décadas ha sufrido hasta dos procesos de gentrificación en periodos diferentes. 

¿Y qué pasa con la Turistificación?

El gran crecimiento del turismo urbano de las últimas décadas ha puesto de manifiesto la relación entre turismo y gentrificación, no siendo considerado este un factor determinante de la misma, sino más bien una secuela de la transformación de las ciudades en espacios de consumo turístico.

En el 2005 Fox Gotham es de los primeros autores en ligar ambos fenómenos y acuña el término gentrificación turística como “la transformación de un barrio de clases medias hacia un enclave opulento y marcado por la proliferación de lugares de entretenimiento turístico”.

Es importante tener en cuenta que este fenómeno no se produce de forma espontánea o aleatoria, sino que se da cuando existe la confluencia de diversos intereses entre las instituciones locales, el sector inmobiliario y el capital financiero, que ven una oportunidad de negocio a través de la regeneración urbana y el desarrollo del turismo como un nuevo sector económico: el turismo.

Desde el punto de vista de la demanda, la gentrificación no responde a un cambio de gustos de un determinado segmento poblacional, sino que responde a las demandas de un consumidor global, el turista, que además no habita de forma permanente en el espacio. En cuanto a la oferta, las transformaciones urbanas ya no son impulsadas por agentes inmobiliarios que siguen la clásica lógica del diferencial de renta (rent gap), sino que ya intervienen otros agentes como cadenas hoteleras, cadenas de restauración, distribución o comercial, junto a fondos de inversión. No hay que obviar que para que esto se produzca, es necesario planes y estrategias públicas que apoyen la redefinición de la ciudad como destino turístico.

Esta situación hace imprescindible y necesaria una relación equilibrada entre los tres elementos que forman la llamada Ecología del Turismo Urbano: turistas, industria turística y las propias ciudades.

Para la correcta gestión del turismo urbano en un contexto tan dinámico como el que vivimos, es importante no dejarse llevar por el triunfalismo y el volumen, teniendo siempre una visión crítica que permita anticipar los posibles problemas.

Son indudables los impactos positivos que el turismo genera en las ciudades a todos los niveles, pero igualmente reales son las negatividades que este puede generar si no lo abordamos teniendo en cuenta las capacidades de carga y la sostenibilidad.

En este marco, es en donde debemos tener en cuenta la turistificación, definida por Knafou (1999, en Hernández, 2021) como “el proceso mediante el cual un sitio se convierte en un enclave turístico”. Según De la Calle (2019, ibid.) puede hablarse de turistificación de un espacio cuando se dan las siguientes condiciones:

  1. Excesiva presencia en el espacio e infraestructuras públicas de visitantes (turistas y excursionistas).
  2. Transformación de los servicios en unos orientados casi en su totalidad al turismo.
  3. Adaptación de la oferta comercial al turismo, desapareciendo comercio tradicional y cambiando sus horarios, precios e idiomas de atención.
  4. Mayor presencia de turistas en combinación con el surgimiento de plataformas de alquiler de VUT, provocando una adaptación de las viviendas al alquiler y un auge de los precios de alquiler residencial y venta. Esto produce un desplazamiento de la población y vaciamiento del barrio.

Bajo estos parámetros parece que lo más correcto hablar de “niveles de turistificación”. Existen claros casos de destinos altamente turistificados, siendo un ejemplo paradigmático el de Venecia, en donde la totalidad del espacio es ocupado por los turistas, el comercio es turístico y cuyos habitantes se han desplazado a vivir a otras zonas.

Casos más cercanos los podemos ver en Albarracín o Santillana del Mar, cuyos cascos urbanos se transformaron hace décadas en espacios dedicados casi en exclusiva al turismo, renunciando sus vecinos a vivir en ellos a cambio del desarrollo socioeconómico que esta nueva actividad conlleva.

Overtourism: la consecuencia de una turistificación no deseada.

A las alturas de este artículo, si lo has leído atentamente, creo que tu mismo puedes determinar que es el Overtourism: un exceso de turismo. Pero, ¿Quién determina ese exceso?. Ante esta pregunta, la ciencia turística nos da nuevamente la respuesta y se llama “Capacidad de Carga”. Si le preguntamos a ChatGPT por ese término nos dice: “La capacidad de carga se refiere a la cantidad máxima de usuarios, objetos, o cualquier otra entidad que un sistema, estructura o medio ambiente pueda soportar sin comprometer su funcionamiento, integridad o estabilidad a largo plazo.”

Este término, tan presente en la planificación turística, rara vez se tienen en cuenta en los procesos de planificación turística. De hecho, en más de 20 años de profesión como gestor público y consultor, rara vez hemos realizado un plan estratégico en el que se determine junto a vecinos, responsables políticos e industria turística el umbral máximo de crecimiento.

Esto viene dado porque hasta ahora hemos gestionado el turismo bajo el paradigma del crecimiento, pero esto debe cambiar. Tras más de cinco décadas de desarrollo turístico debemos abogar por un modelo de gestión del éxito. Ya que tenemos ciudades maravillosas, seguras, con buena gastronomía, una oferta cultural increíble y bien conectadas. ¿Quién no va a querer venir a visitarlas? En nuestra mano está determinar la dimensión que le queremos dar al turismo en nuestras ciudades para no perder su esencia, sus ritmos y sus formas de vida, a la vez que generamos empleo y prosperidad gracias al turismo.

¿Quién le pone el cascabel al gato?

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